Igualdad en las Administraciones Públicas, ¿qué puedo hacer yo?

La respuesta instintiva es “sobrevivir”. Pero seamos optimistas; el pesimismo es reaccionario: se puede hacer más de lo que pensamos y de hecho lo hacemos. Modificar la realidad es posible.

Para hacer esta entrada podría contaros en mi caso cómo ha sido de bonito el proceso de crear un Plan de Igualdad en las Cortes Generales, la casa del pueblo, el domicilio de la Democracia, la residencia de la voluntad popular, pero ya hubo cierto seguimiento en los medios antes de que la COVID se lo comiera todo. Lo contaron aquí, aquí, aquí o aquí, entre otros, nos hicimos fotos con las políticas (hola, mamá) y dos días después estábamos en cuarentena por ello. Todo bien.

Sin embargo, la crisis del Coronavirus ha hecho que todo esfuerzo sindical se convierta en Prevención de Riesgos Laborales y en control por parte de las delegadas y delegados de prevención en los Comités de Seguridad y Salud. Y aunque ese es otro tema, tenemos sobre la mesa muchos nuevos retos en los que es fundamental una perspectiva de género: cómo ha afectado la COVID a las mujeres, la falta de corresponsabilidad camuflada de “conciliación”, el reto del teletrabajo sin una regulación específica (y nuevamente qué supone para las mujeres), cómo la precarización del trabajo femenino redunda en la salud, etc.

Parece que hay un consenso generalizado en que las Administraciones Públicas deberían ser la vanguardia que lidere muchos procesos de innovación, también en lo laboral, y sin embargo dista mucho de la realidad con que nos encontramos en algunos lugares. Está bien tener un plan de igualdad (está tan bien que la ley obliga a ello), pero un plan de igualdad solo es el comienzo, así que llevémoslo a lo tangible.

¿Qué voy a hacer yo? Trabajo en un lugar dónde el principal reto, creo, se encuentra en la profunda necesidad de modernización de usos y costumbres en general, y hacia según qué temas en particular: el reto es educativo, pero podría parecer que siempre que algo tiene difícil arreglo decimos “es una cuestión de educación”. Si el reto es educativo, eduquemos: la formación es uno de los ejes fundamentales; fomentemos, pues, la formación en igualdad de género.

Si hablamos de igualdad no son pocas las voces que ponen en cuestión demasiados aspectos y que ningunean el trabajo que desde el feminismo estamos realizando por cambiar esa realidad (es desde el feminismo, compañeras, compañeros, se llama así: hemos hecho un Plan de Igualdad porque personas feministas hemos estado años presionando y trabajando para ello). Ahora ese Plan nos obliga a todas y todos a cambiar formas y procedimientos; a acometer modificaciones normativas; a evaluar cómo se están produciendo, si tiene éxitos, si se producen cambios; a conseguir ya no un entorno de trabajo, sino una sociedad más justa y democrática.

El reto es, por tanto, continuar incidiendo en la modificación de esa realidad. Por experiencia creo que cada año vamos a mejor, que esto es imparable y que no tiene retorno. Y que hemos de estar contentas por ello. Sin autocomplacencia, pero contentas.

Aunque a veces nos cansemos.

 

 

 

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