RÍMEL Y CASTIGO: delincuencia y género.

Mientras me bebía los contenidos del primer módulo de este proceso formativo, he de decir que bastante deslumbrada por la candidad de recursos que ofrece, yo que soy tan poco amiga de datos y estadísticas, me estaba sintiendo más que a gusto. Empezaba a sospechar que lo que no me gusta precisamente del mundo de las cifras es que en esta sobreinformada realidad demasiadas veces encontramos demostraciones científicas de una cosa y su contraria. ¿Por qué? Porque las fuentes son ingentes y la creatividad desbordante. Luego está ese tufillo que subyace cuando nos ponemos a medir quién la tiene más larga (la cifra). Pero es cierto que cuando te facilitan la tarea y aparece el rigor científico, la cuestión no solo se agradece sino que aparece la música de fondo.

Y esto me sucedía pinchando enlaces y enlaces, una infografía tras otra en un Saber y Ganar sin fin donde poder dar gusto al animalito intelectual (vago) que llevo dentro, documentando las cosas que no sabes que sabes, pero las sabes (si eres mujer, las sabes; si llevas años con las gafas violetas implantadas con cirugía, además las militas 365 días al año 24/7, aunque no quieras): que da más que gustito.

En ese vergel de cifras, me topé con la que que me llamó la atención hoy, porque nunca me había parado a reflexionarla: los datos sobre delincuencia que ofrece el “Mujeres y hombres en España”. Crimen y castigo*, desagregado por sexo.

Cuando vi los datos sobre delincuencia que da el INE y el Instituto de la Mujer, recordé que hace unos años la socióloga Lohitzune Zuloaga publicó un artículo en Pikara Magazine titulado  «¿Es la criminalidad una cuestión de género?» (Zuloaga me va a perdonar: no la recordé a ella, pero recordaba que se había hablado en Píkara del tema); en él venía a contar tres cosas, cuando menos, llamativas (año 2013): la mayor parte de las agresiones no las sufrían las mujeres; las mujeres sentimos más inseguridad que los hombres; y los hombres delinquen más que las mujeres, con una contundente diferencia. Esta diferencia en datos del último ejercicio disponible, sigue siendo estratosférica. Simplificando: parece que esto se explica porque, a) los hombres tienen menos miedo, no sienten la amenaza (¿privilegio?); b) las mujeres sí sentimos ese miedo, nos sentimos inseguras por la calle, tememos la agresión (y eso que en lo que a delitos sexuales se refiere, la cifra de agresiones sin denunciar puede ser ingente); y c), y aquí vamos a lo que nos ocupa, atendiendo a las cifras de personas presas, encontramos números rotundos.

Estos son los datos que nos da el INE referidos a 2018 (Mujeres y hombres en España”/Delito y violencia (actualizado a 4 marzo 2020)/Personas condenadas):

  

 Y dice:

Según datos correspondientes a 2018, únicamente el 20,73% de las personas condenadas por algún tipo de delito en España a lo largo de ese año fueron mujeres.

Entre las mujeres, según grupo de edad, el más frecuente fue el de 41 a 50 años (19,77%). En los hombres, el grupo más frecuente también fue el de 41 a 50 años (21,41% del total de hombres condenados en 2018).

Según continente de su nacionalidad, la mayoría de las personas condenadas tenían la nacionalidad española: el 76,29% del total de personas condenadas (75,72% de los hombres y 78,50% de las mujeres). El segundo lugar corresponde a personas pertenecientes a algún país de la Unión Europea, seguido de las personas de nacionalidad de países americanos, y las personas de nacionalidad africana.

Entre las personas condenadas en 2018 con nacionalidad de países europeos no comunitarios, el porcentaje de mujeres fue del 25,21%, entre las personas condenadas con nacionalidad de países americanos ese porcentaje fue del 23,43%, en el grupo de países de la Unión Europea (sin considerar España) el porcentaje fue del 20,66%. En las personas de nacionalidad de países africanos el porcentaje fue del 11,16%.

 Aquí, el Instituto de la Mujer en “Mujeres en cifras”, nos da otras interesantes tablas.

¿Qué sucede con los hombres? ¿Por qué delinquen más? ¿Por qué la población reclusa es tan abrumadoramente masculina que las cárceles, como concepto, se presuponen masculinas? Las cárceles en nuestro país (y en la mayoría de los países del mundo) son eminentemente masculinas. Pueden tener un módulo de mujeres (en cuyo caso, según denuncian movimientos de reclusas, se produce nuevamente discriminación de género ya que el sistema carcelario se ordena y organiza sin tener en cuenta, ya no la equidad entre géneros: ni siquiera la igualdad), o pueden ser cárceles exclusivamente de mujeres. Sin embargo en España, según Instituciones Penitenciarias, hay 69 establecimientos clasificados como “centros penitenciarios”; y tan solo 3 “unidades de madres”. El «Informe sobre la situación de las mujeres presas» elaborado por la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía dice en su web que “cuando una mujer entra en prisión sufre una triple condena social, personal y penitenciaria”. Y lo explica porque hay factores que agravan la situación en que viven las mujeres en las prisiones españolas, el primero de ellos es “una mayor precariedad de espacios y, en consecuencia, peores condiciones de alojamiento”, se ubican en módulos de centros pensados por y para los hombres, con menor oferta de recursos. Asimismo, al existir pocas prisiones para mujeres, se amplía la lejanía de su entorno familiar y afectivo, lo que dificulta por razón de género su proceso de reinserción social.

 Las infografías extraídas de su entrada son muy claras:

 

En la página Infoprision me llamapoderosamente la atención, cuando habla sobre prisiones mixtas, el siguiente párrafo: “De los catorce módulos, aproximadamente, en que se dividen estos centros, de tres a cuatro módulos están destinados a las mujeres; el resto están ocupados por hombres. Por supuesto, a los módulos de hombres no acceden las internas, ni al de mujeres los internos. Salvo,los internos encargados de ciertos destinos, como el de Biblioteca o Economato Central. Éstos han de entrar por obligación al módulo de féminas, pero sólo hasta la garita de funcionarias. Por ese motivo ya son unos afortunados en el status taleguero.”. Cosificación everywhere, hermanas. Que la fiesta nunca pare.

Capítulo aparte merecería también observar cómo desde la industria de la imagen se dulcifica e intenta dar una imagen de las mujeres presas que más que probablemente poco tenga que ver con la que ilustra esta entrada (en España no lo sé, pero en Honduras sí he visitado una prisión de mujeres por dentro y aprendí que "distopía" era aquello). 

Por otra parte, ¿qué hay de la delincuencia femenina? Numerosas publicaciones sobre el tema hacen un análisis exhaustivo, pero una vez más, parece que los roles de género se encuentran detrás: en este artículo divulgativo de Marina Fernández en la Revista Libertalia, vuelven a ponerse sobre la mesa los consabidos roles de género para determinar desde el tipo de delito que se comete, de nuevo las cifras delictivas, las desigualdades en prisión... 

De momento, voy a parar aquí. Se abre ante mis ojos una dimensión desconocina en lo que a desigualdad por razón de género se refiere, en la que seguramente seguiré trabajando. Solo esta primera aproximación me desborda y me lleva a reflexionar más allá: si el delito tiene género y de acuerdo al estereotipo, no lleva rímel, si extrapolamos a una escala global, universal y casi histórica, ¿de dónde surgen los conflictos bélicos? Hemos visto a mujeres en los albores del siglo XX dando pie al comienzo de revoluciones históricas como en Rusia en 1917 (dato que o bien se conoce poco, o se obvia). Sin embargo, la historia del belicismo, me temo rezuma testosterona.

Ese capítulo, para otro día.

*El título de esta entrada pertenece al título de un libro que recordé ver de pequeña en mi casa: Rímel y castigo: origen y evolución del ama de casa, Las Virtudes, Temas de hoy, 1992. No tengo ni idea de qué viene a contar (aunque me hago una imagen mental); no sé qué tal escriben Las Virtudes (pero sé que eran de las pocas mujeres que hacían humor en los años ochenta y noventa en este país,  pero recuerdo que daban bastante cera, probablemente desde el naif punto de vista sexista y patriarcal de la época, idiotizando al cis-hombre como mecanismo de defensa feminista). Sírvase esta reapropiación del ingenio ajeno para hablar precisamente de cómo el crimen también tiene género.

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